La crisis que atraviesa Europa ha sido también juez y parte de este fenómeno, ya que la carestía de empleo ha provocado que el cliente mire con mejores ojos el producto patrio, que genera riqueza y que se queda en el país.
Esto está ocurriendo hoy día en países como Italia, Francia y Alemania, tres de los grandes productores de joyería en la Unión Europea. Y es que, lo que las firmas están percibiendo cada vez más, es que lo que se vende fuera de sus fronteras es la creatividad, frente al precio. Eso está ocurriendo con especial incidencia en los sectores del textil y del calzado ––dos importantes indicadores debido a su dinamismo––, en los que las etiquetas del Made in Europe se ven por los consumidores extranjeros como sinónimos de calidad y buen hacer.
Este fenómeno lo hemos podido comprobar in situ durante la visita a la feria Tendence que se celebró en Frankfurt a comienzos de este mes, y en la que se percibía cómo los fabricantes de joyería (alemanes, italianos, suizos, belgas... y también españoles) se esfuerzan en destacar el carácter nacional del género que presentan, por oposición a lo fabricado en Asia. De hecho, en buena parte de los casos, la procedencia patria es prácticamente el principal slogan de la firma. Estos fabricantes ya no contemplan a China o Hong Kong como productores de mano de obra barata, sino como mercados con cientos de millones de potenciales compradores.
Las misiones comerciales de los principales países europeos así lo demuestran y, en el caso de España, la alta calidad de los acabados y la larga experiencia artesana son factores esenciales. Sólo hace falta que la recurrida ‘Marca España’ se traduzca realmente en voluntad política y en financiación para ‘acercar’ al lejano Oriente.
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