Las piedras de luna, que suman 15 quilates, han sido talladas en punta y a diferentes alturas por los lapidarios de la firma. Su cabeza, completamente engastada de diamantes, está iluminada por dos zafiros, que aportan a su mirada un resplandor fascinante.

Mediante un mecanismo, el centro de la espalda del erizo se abre para mostrar un bebé erizo, que sostiene entre sus patas la esfera de un reloj. El interior de este reloj, completamente engastado de diamantes, revela todo el esplendor de un objeto artístico, que resulta todavía más precioso a causa de su naturaleza secreta. Al abrigo de las miradas, solo muestra su tesoro y su función como reloj cuando su propietario así lo desea.